Desertemos
La edición en idioma castellano del libro DISERTATE. Traducción, Dario Bursztyn, editorial Prometeo.
Publico el Prologo del libro DESERTEMOS que ha sido publicado por la editorial PROMETEO en la traducción de Dario Bursztyn.
Prólogo
Hernán Borisonik
—Imagino un perro durmiendo al sol, en una balsa que navega lentamente aguas abajo, por un río ancho y tranquilo.
—¿Y entonces?
—Entonces –contestó– imagino que soy ese perro y me duermo.
A. Bioy Casares, Dormir al sol
Franco Bifo Berardi viene pensando, hace tiempo, en las mutaciones de la psicoesfera y las posibilidades subjetivas de revertir el desgano y despatologizar los sufrimientos colectivos (dos de las disposiciones a los que nos arrastra irremediablemente el capitalismo financiero). Pero también, en las últimas expresiones de su prolífica textualidad, ha insistido en la contemplación de un umbral, un cambio de época en el sistema global, catalizado por la rápida difusión del coronavirus que nos expuso a una situación de virtual igualdad frente al peligro. Ese cambio se da, por supuesto, a nivel político y económico, pero también en el plano psíquico (entendido sobre todo como materia social). Esta nueva situación parece desencadenar una liberación del deseo de las estructuras y censuras que le había impuesto la Modernidad, exponiendo los cuerpos al abismo de la violencia y el individualismo más extremos.
La escritura de Berardi vuelve a nuestras manos y nuestros ojos con el tono abierto y generoso que la caracterizan, con una tonalidad militante que busca expandir la comprensión tanto como impulsar a la (in)acción, pero lejos del entusiasmo simplón y de la sonrisa fácil en la que parece ser fácil caer en estos tiempos de autoexplotación y estetización. En este caso, en un libro muy personal, entre el manifiesto y el diario íntimo, que recorre algo así como los últimos entramados de un importante ejemplar del pensamiento filosófico-político (el del ’68), a la luz de las miserias del presente y de su propia vejez. Eso hace de este texto un documento único sobre las imágenes y opiniones que nuestro autor tiene hoy del mundo, sin temor a lanzar algunos pasajes apresurados o incluso atrevidos, junto con la reafirmación de un lema: la ética actual es la de la deserción.
La escena previa al comienzo de este libro se compone de tragedias. El asesinato de George Floyd a manos de la policía estadounidense, que puso a miles de personas en las calles, seguido del comienzo de la pandemia de covid19, que sacó a todo el mundo del espacio público (recordemos que en 2019 habían estallado espasmódicamente grandes revueltas en todas las latitudes, desde Hong Kong hasta Santiago de Chile, las cuales fueron sistemáticamente reprimidas) y esparció la ansiedad, la fatiga, la desesperanza y la depresión entre las casas de quienes quedaron en el encierro familiar y las vidas que se encontraron cara a cara con la soledad y la carencia absolutas. Y, en seguida, la invasión rusa a Ucrania y el frío en la espalda por la obviedad de la guerra en la puerta de Europa.
Frente a todo lo anterior, frente a este capitalismo cadavérico en recesión y continua crisis financiera que nos exprime y nos convierte en información monetizable, frente al agotamiento de la potencia creativa de la política, la agonía de la democracia y el debilitamiento casi absoluto de aquello que alguna vez llamamos la solidaridad de clase, frente al fracaso de Ocupy, de la Primavera árabe y del Movimiento 15-M español, frente a una catástrofe climática irreversible, ¿qué estrategia tomar? Berardi dice: la deserción.
¿Qué se puede hacer cuando no hay posibilidad de romper el dominio económico de una clase depredadora que escucha a los números, pero no a las personas? Es el momento de aprender algo nuevo: que frente a situaciones sin salida, lo único que nos queda por hacer es rechazar radicalmente nuestra participación. Hoy, millones de trabajadores en todo el mundo defienden su derecho a morir de hambre en lugar de seguir trabajando en situaciones de extrema precariedad y explotación. En un contexto de hostilidad total, si no podemos ganar, pero no podemos ni vivir, nos escapamos, desertamos, inventamos alguna manera de no colaborar con las condiciones del presente: “en la guerra, el único comportamiento éticamente compartible es la deserción” (p. xx), puesto que “hemos entrado en una época definida por la separación entre el proceso histórico y la acción ética” (p. xx).
Este trabajo de Bifo resuena con muchas experiencias de sustracción colectivizada de la esfera productivista capitalista que de algún modo podrían dialogar (no sin colisiones) con las ideas de John Holloway o las acciones del movimiento zapatista de fines del siglo pasado. En el mundo actual, especialmente en el contexto post pandémico y en los principales centros finencieros, se observan numerosas formas de articular sentimientos parecidos a la depresión bajo formas de renuncia. En lo que alguna vez ha sido pensado como “Oriente” se dan fenómenos que van desde el “ひきこもり o 引きこもり” [hikikomori] japonés (nombre bajo el que se coloca a los miles de jóvenes que se recluyen en sus habitaciones de forma permanente por largos períodos de tiempo, que pueden convertirse en varios años) hasta el movimiento chino de renuncia masiva al empleo,“躺平即是正义” [tang píng jí shì zhèngyì] (que literalmente quiere decir “recostarse es justicia” y remite a una inclinación contra el trabajo, el consumismo y las “metas personales” características de estos tiempos, como la carrera y la familia tradicional). Pero también en los Estados Unidos: como un ejemplo entre muchos posibles, el foro r/antiwork ha experimentado un aumento exponencial de sus participantes desde su creación en 2013, bajo el lema “Unemployment for all, not just the rich!” [¡Desempleo para todxs, no sólo para los ricos!]. Berardi encuentra en esas subjetividades mayor lucidez que la que en general se les atribuye.
En Argentina, desde fines de 2022 se ha dado un fenómeno muy particular. Miles de mujeres rusas embarazadas (con picos de 400 por semana en los momentos de mayor flujo) migran temporariamente para parir en un territorio que les da la bienvenida (y un pasaporte) con bastante facilidad y les permite soñar con un futuro en el que su descendencia no se vea obligada a ir a los frentes de batalla que los gobiernos les impongan. Sin embargo, contra eso también nos previene Berardi en las cinco deserciones fundamentales que presenta promediando este libro: del trabajo, del consumo, de la arena política, de la guerra y de la procreación. ¿Por qué traer nuevas vidas a un sistema que promete maltratarlas hasta el desgarro? Tal vez las luchas a favor del aborto y la eutanasia, en este siglo, sean interlocutoras más armónicas con esta mirada que las migraciones ligadas a la parentalidad obsesionada con la genética y la biología.
Este libro traza un recorrido personalísimo en el que Berardi nos lleva por todas las latitudes del planeta y desde Günther Anders hasta Félix Guattari, pasando por Martha Bakwesegha-Osula y Michel Houellebecq. Tres tópicos sobre los que regresa incesantemente son la guerra (muy particularmente la iniciada por Rusia en febrero de 2022), la posibilidad de la felicidad en un mundo sin fe en la política y sumido en la depresión y la facultad de ejercer la imaginación después del fracaso de los ideales del Mayo francés ante el neoliberalismo financiero.
Pero las conflictivas circunstancias actuales no son creaciones ex nihilo, sino los desenlaces más recientes de una extensa cadena de eventos históricos. Lo que podrían parecer desastres repentinos y sorprendentes, en realidad, son manifestaciones insidiosas de un sistema arraigado en la utilización de la violencia y la imposición; despliegues de desdichas que se han convertido en una faceta constante de nuestra realidad cotidiana, en virtud de las modulaciones que el neoliberalismo ha operado sobre la subjetividad humana. Esta imbricación es tan profunda, que hoy oponerse al capital financiero o luchar en su contra no solo se torna infructuoso, sino que también puede ser contraproducente. Confrontar las estructuras sociales que perpetúan la destrucción puede fortalecerlas.
Por eso, para Bifo la deserción es, en la actualidad, la vía hacia la libertad y la posibilidad de volver a pensar en la emancipación. Desertar para volverse desierto, terreno infértil para este capitalismo precipitado y productivista. Desertar para distanciarse de los discursos que conforman la cultura contemporánea, resistir a los llamados, rechazar la integración en un sistema mortuorio. Desertar para desvincularse de un mundo que parece estar inmerso en la búsqueda obsesiva del lucro y la destrucción: desaparecer de la mirada cuantificadora del autodiseño. Evadirse del conflicto, alejarse del epicentro de los enfrentamientos y escapar antes de que las fuerzas de seguridad te capturen o te disparen por la espalda.
En las páginas de esta obra, el pensamiento es transformado en una estrategia existencial, a través de una voz que busca humilde y honestamente la camaradería en medio de la tormenta y nos dice: el actuar humano ya no se encuentra en sintonía con el ámbito laboral; la autoafirmación es insostenible como capacidad de consumir; el amor ha perdido su conexión con la procreación de vidas desfavorecidas, a las que no podemos garantizar ni siquiera las condiciones básicas para sobrevivir; la supervivencia y el placer ya no pueden estar vinculados al perjuicio de otros seres y entornos. Si, finalmente, la política ha trascendido su significado tradicional de gobierno y ya no se asocia con la democracia representativa, la ética debe ser escapar del horror que se expande por todas partes. Esta ética nos insta a transformarnos en algo diferente, algo novedoso y sin precedentes, que vaya más allá de las nociones convencionales del "Hombre" y el "Humano".
En ese sentido, la situación actual podría compararse con la época conocida como el helenismo griego, en la que el modelo político de la polis que habían abrazado Platón y Aristóteles sucumbió, tras una democracia radical, a formas imperiales, comenzando por la breve pero fundamental regencia de Alejandro Magno. Esto situó al pueblo griego en un momento de gran desazón (entre otras cosas, por la comprensión de su propio provincialismo y pequeñez cultural) y propició la caída de los grandes relatos filosóficos. En ese momento tuvieron gran impacto algunas recetas morales intrascendentes que respondían a la pregunta sobre cómo vivir, desde el refugio de pequeñas comunidades y de formulaciones atadas a una idea de felicidad más centrada en lo particular que en lo universal, ya que ese espacio había sido tomado por el cosmopolitismo imperial. Allí surgieron escuelas como el cinismo, el epicureísmo, el escepticismo o el estoicismo (al que, de hecho, Bifo recurre repetidamente en este texto). Al respecto, es central comprender la importancia del neoliberalismo y la globalización (que todo lo conectan) como los principales enemigos de la posibilidad de crear formas de autoorganización más colectivas y autónomas. Especialmente, bajo las derivas contemporáneas hacia nacionalismos odiantes y hacia automatizaciones del aparato cognitivo que no hacen más que mostrar el agotamiento del modelo europeo humanista.
Al decir de Berardi, “la sociedad civil que se había construido en los dos últimos siglos, se derrumbó en pocos años” (p. xx). Ese mecanismo se observa con regularidad en los momentos de grandes destrucciones, tanto en los sistemas sociales como en otros órdenes de la existencia. La muerte de las estrellas, por ejemplo, ocurre cuando su núcleo se convierte en una esfera de hierro y colapsa, deshaciendo en pocos minutos relaciones atómicas que llevaron millones de siglos en llegar hasta ese punto. Esto también puede percibirse en los procesos de extracción de metales y tierras raras que tardan milenios en generarse, pero son utilizados para la fabricación de aparatos que en un año se vuelven obsoletos y pasan a engrosar montañas de chatarra tecnológica no asimilables por los biomas en un plazo vital o por la quema de bosques antiquísimos que no pueden regenerarse en el mediano plazo. En efecto, en la década de 1970 comenzaron a hacerse tangibles los efectos de la reorganización neoliberal del mundo, que hizo más agudas ciertas tendencias que ya estaban presentes desde hacía veinte años, comenzando por una explosión de los guarismos e indicadores poblacionales. Los primeros años de esa década deben ser vistos como el momento de un gran giro en la historia reciente. Desde América Latina es más fácil advertir las relaciones entre el informe sobre Los límites del crecimiento, la crisis de los petrodólares que redundó en endeudamiento y ruina para las periferias, el golpe a Allende y el surgimiento del fracking.
Entonces, frente a la totalización de la explotación: la autosustracción. No es la ética heróica de la lucha y la entrega de la vida a una causa, no es la naturaleza animal contra la cultura domesticadora. Es el proceder mínimo del repliegue, la moral de quien se percibe en la amarga derrota y necesita escurrirse y desaparecer como último gesto político y artístico. Hay una cierta sensibilidad estética en los gestos que propone este libro y eso lo acerca también a algunos idearios antitrabajistas como los que se delinean en el “Manifiesto contra el trabajo” del Grupo Krisis, en el “ABC del proyectariado” de Kuba Szreder o en la “Escuela de no trabajo” de Patricio Gil Flood que considera al tiempo como esfera pública y de intervención. Otros legados de resistencia posfordista se encuentran en las huelgas artísticas, el rechazo del trabajo y la pereza radical, que si bien se remontan ya a la era de las primeras vanguardias, fueron renovadas por pensamientos como los de Mauricio Lazzarato, Angela Dimitrakaki, Andrea Fraser, Bojana Kunst, Gerald Raunig o Stevphen Shukaitis. Tal vez un primer hito en ese camino sea la reivindicación del “Derecho a ser perezoso” que Paul Lafargue nos legó en un panfleto, escrita en 1883, en contra de las demandas socialdemócratas del pleno empleo y a favor de otras organizaciones –ociosas– de la producción.
Este libro no pretende dar órdenes (ni siquiera, sugerencias) ni procura que alguien deserte individualmente de algo como mártir, sino que busca realizar una comprensión de los signos de los tiempos presentes, es decir, interpretar los síntomas que el siglo XXI expone a la vista y que no pueden ser leídos solamente a la luz de las categorías de las dos centurias precedentes. Por eso, Berardi confiesa: “este libro está dedicado a la búsqueda de una cura” (p. xx). Cura que aún no conocemos ni existe, pero que podría aparecer si logramos “celebrar lo imprevisto, lo no naturalizado y aquello que está afuera de cualquier categoría” (p. xx), como ha pasado con el cristianismo primitivo, o con muchas de las expresiones del movimiento queer, antes de tener que vérselas con el peligro de los cánones dogmatizantes.