No esperen demasiado del fin del mundo - sordido terminal
La versione italiana e inglese usciranno prossimamente
En julio se publicará en Caja Negra la cuarta edición del libro
Fenomenologia del fin SENSIBILIDAD Y MUTACION CONECTIVA.
En este libro trazo las líneas generales de la mutación psíquica y cognitiva producida por la transición digital.
Nel breve saggio che pubblico qui sotto (che uscirà anche in inglese e in Italiano) i temi del libro - mutazione della sensibilità erotica e mutazione della sensibilità estetica - sono ripresi e proiettati sullo sfondo del secolo ventunesimo, che promette di essere l'ultimo secolo della storia umana.
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No esperen demasiado del fin del mundo
Poetica emergente de la sordidez terminal
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En mi humilde opinión, la película de Radu Jude (Nu astepta prea mult de la sfarsitul lumii). (Do not expect too much from the end of the world - no esperen demasiado del fin del mundo), es un signo de la poética emergente de la sordidez terminal en la epoca de la desintegración de todos los órdenes del mundo (excepto el orden del autómata).
La película narra la historia de Babette, una mujer ya no tan joven que trabaja en una cadena de televisión con horarios interminables que la obligan a dormir en el coche mientras va de una parte a otra de la ciudad de Bucarest para entrevistar a trabajadores discapacitados que cuentan sus desgracias para ganar 500 euros, cuando las cosas van bien.
Durante los viajes en coche por la ciudad, Babette se transforma en un personaje masculino de su propio blog y se metamorfosea, adoptando rasgos bastante horribles y profiriendo obscenidades mientras narra fetiches imaginarios con individuos monstruosos.
La película es un resumen genial del horror diario: el trabajo extremadamente precario, los accidentes laborales, la obsesiva invasión del teléfono móvil, la colonización de Rumanía por el neoliberalismo, el agotamiento psicofísico, las interminables horas de trabajo inútil.
El cine de Radu Jude es la epopeya de una humanidad que se repugna, ante todo, a sí misma. Sudorosa, estresada, dolorida, humillada, servil, esclavizada. Sórdida, en una palabra.
La etimología latina de la palabra sordidez implica simultáneamente mezquindad y suciedad, podredumbre. La sordidez está presente en la vida cotidiana contemporánea, bajo la luz deslumbrante del capitalismo en decadencia.
El cinismo, el autodesprecio y la bajeza moral se apoderan del paisaje íntimo de la población occidental en un tiempo en el cual el genocidio vuelve a ser actual.
Desde el punto de vista moral, lo que ocurre en Gaza es el regreso de Auschwitz. Pero Auschwitz 2.0 no solo está allí, sino en los innumerables puntos fronterizos donde el Norte del mundo rechaza, ahoga, tortura, deporta y asesina a personas provenientes del Sur. La vida cotidiana de la senescente población occidental, sumida en la niebla de la demencia, está teñida de horror moral y autodesprecio.
Nu aștepta prea mult de la sfirsitu lumii
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Disforia
Una corriente de disforia se esta infiltrando en la psico-esfera social. Según Paul Preciado, «la condición epistémica y política contemporánea es de disforia generalizada. Esta noción, cercana al lenguaje de la física, apunta a un problema de sobrecarga, el estrés de transportar algo demasiado pesado. Para los psiquiatras, la disforia se refiere a una perturbación del alma que hace la vida cotidiana demasiado difícil de soportar» (Disforia mundi, Anagrama, ’23).
La disforia conduce a una perversion psico-estetica: esterilización de la emoción e hipersemiotización del deseo. Cada vez más el deseo se esta invertendo en el intercambio semiótico: los estímulos info-neurales sin la presencia del cuerpo del otro dan paso a reacciones dopaminérgicas.
La evitación sexual obviamente resulta en el abandono de la procreación. Lejos de ser una patología, esto puede implicar una estrategia (consciente e inconsciente) de autoterminación suave de la especie humana. La distopía reproductiva no es nueva: El cuento de la criada (1985) de Margaret Atwood se centraba en la necesidad de someter a algunas mujeres a la obligación de generar seres humanos.
Pero en los últimos años, escritores, artistas y cineastas (en particular, mujeres) están escenificando un mundo sórdido y siniestro, en el que ya no hay razón para generar vida. Y esto está sucediendo en la realidad: la tasa de natalidad está disminuyendo en casi todo el mundo y la población mundial está entrando en una fase de senilidad. Esta tendencia debe analizarse desde un punto de vista social y biológico, pero sobre todo debe comprenderse desde la perspectiva psicocultural de la sensibilidad femenina. Una larga lista de autoras está produciendo novelas y películas en las que se está configurando una poética de sordidez terminal. En 2018 vi Capernaum, una película de la directora libanesa Nadine Labaki.
Una foto de Zain, el refugiado sirio de doce años en Beirut que pide castigar a sus padres por haberlo traído al mundo.
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La película narra la historia de Zain, un refugiado sirio de 12 años que vive en los barrios marginales de Beirut, en las condiciones más precarias que podemos imaginar. Cuando Zain, detenido por apuñalar a alguien a quien llama "hijo de puta", comparece ante el tribunal, le dice al juez que quiere denunciar a sus padres. Cuando el juez le pregunta por qué, responde con franqueza: "Porque me han generado".
Después de ver esta película, empecé a pensar que este era el mensaje definitivo de la poesía en nuestra sórdida época.
Luego llegó la pandemia y el distanciamiento social se proclamó durante dos años como la nueva normalidad. Los labios fueron percibidos como portadores de virus: sensibilización fobica. Tras la pandemia, la guerra se convirtió en el principal esfuerzo de la humanidad agotada.
En el fondo, la Tierra devastada por el fuego y sumergida por las inundaciones. La extinción de la raza humana es un posible escenario para este siglo, mientras las máquinas inteligentes toman el mando en el quehacer cotidiano de lo inerte. El caos y el autómata.
La sordidez y el ajetreo sin vida.
Las novelas de Michel Houellebecq (pienso especialmente en Aneantir) describen este horizonte desde la perspectiva del hombre senescente de Occidente.
Pero las mujeres expresan un sentimiento menos resentido, casi plácido. En las novelas de Sakaya Murata, la poética de la sordidez terminal emerge con toda su plenitud. El estilo de Murata resuena con la cultura japonesa del hikikomori: soledad, aislamiento, evitación del sexo. Una innovación crucial de Murata reside en su estilo literario: plano, casi robótico. Aburrido, si se quiere. Nada en estas novelas busca conmover al lector; nada suena dramático. El deseo se centra en personajes de anime; seres ficticios y animaciones virtuales pueden ser amados sin interacción física. Ascoria ante la presencia del otro, rechazo al matrimonio, asexualidad y, en consecuencia, disminución de la natalidad. Una tendencia hacia el fin de la humanidad carnal. Sin emoción, sin ira, sin crítica política, solo rechazo a la vida social, a la implicación erótica, una deserción radical del futuro. Desaparecido el erotismo de la vida y del lenguaje, la narración se vacía de dramatismo, mientras se proscribe la intensidad, el cuerpo se somete a un proceso de alineamiento con la máquina conectiva. En las novelas de Murata es posible detectar una especie de patología autista; sin embargo, no creo que debamos leer sus novelas en términos psicopatológicos. El síndrome autista es cada vez más sistémico en la existencia sin sentido que las personas se ven obligadas a vivir.
En la novela de Murata el sexo está totalmente separado del placer; como mucho, es una obligación social que debe cumplirse. El matrimonio es una conducta socialmente normal, carente de deseo y placer. En su libro más vendido, La chica de la tienda, Keoki ha perdido el contacto con su cuerpo hasta el punto de cuestionar la existencia de un yo. Keoki está tan distante de la percepción de su propia existencia corporal que no sabe cómo actuar, dónde quedarse ni qué hacer. Solo siguiendo protocolos y procedimientos precisos logra orientarse en el entorno. La rutina de la tienda es su salvavidas. Murata escribe con afecto sobre la música de los konbini, sobre los reverberantes y dulzones sonidos de la tienda. Siente una repugnancia íntima por cualquier contacto con otras personas, a menos que estén reglamentadas en sus roles.
Una estética de la sordidez está tomando forma en algunas áreas de la literatura contemporánea, sobre todo femenina: vivir en el entorno digital ha privado a la existencia del erotismo, desplazando el deseo del cuerpo a la estimulación neuronal electrónica. La conexión ha reemplazado a la conjunción y el resultado es la glaciación digital.
La literatura y el arte, particularmente el femenino, interceptan este efecto anerótico. En todas partes surge un paisaje sórdido, excepto en el gélido entorno de la comunicación incorpórea. En los últimos años he leído novelas de mujeres (sobre todo mujeres) como Melinda July, Melissa Broder, Cho Nam Joo, Sakaya Murata y Sara Mesa.
En las historias de Melissa Broder, la sexualidad es un intento de llenar un vacío angustioso, un juego de lenguaje que ya no funciona desde que los cuerpos reales han desaparecido y el cuerpo se ha convertido solo en un referente lingüístico, una alusión, una promesa siempre pospuesta y, en última instancia, inalcanzable.
Para Melissa Broder, la procreación es un abuso, un acto sin emoción y, por lo tanto, sórdido, un efecto siniestro del vacío íntimo.
“Nadie pide nacer. Nadie firma un formulario que diga: «Tienes mi permiso para hacerme existir». Los bebés nacen porque los padres sienten que ellos mismos no son suficientes. Así que, padres, nunca nos condenen por intentar llenar nuestros vacíos existenciales, cuando solo somos el fruto de sus vanos intentos de llenar los suyos. Es su culpa que estemos aquí para lidiar con el vacío en primer lugar”. (Melissa Broder: How to never be enough, en So Sad Today, 5).
La española Sara Mesa escribe con un estilo impasible sobre jóvenes y ancianos que se encuentran entre bastidores de ciudades en ruinas, de barrios vacíos, entre bastidores de una vida agotada. En Oposición, 2025, describe la vida social como una dimensión burocrática en la que se invierten largos períodos de tiempo en producir un vacío metafísico mediante la aplicación de recursos tecnológicos de vanguardia. Sus personajes, al igual que los de Murata, están en proceso de perder todo contacto con el cuerpo, en un estado de disforia indescriptible. El trasfondo de sus historias suele ser una ciudad en decadencia (Incendios invisibles). La relación con los hombres se basa en enfoques sórdidos (Un amor), y la sexualidad queda relegada a una dimensión nebulosa e indistinta, carente de erotismo y alegría.
Agotamiento tendencial de la sexualidad
Según David Spiegelhalter, autor de Sex by numbers (2015), la frecuencia de los contactos sexuales ha disminuido de forma constante en las últimas décadas: en los años 90, la media era de cinco al mes entre parejas de todas las edades. Posteriormente, en la primera década de la década del 2000, los contactos sexuales parecían ser de cuatro al mes. En la segunda década del siglo, los contactos sexuales parecían ser de 2,5 al mes.
La investigación de Spiegelhalter se detiene en 2015, pero se puede apostar a que, tras el distanciamiento social inducido por la COVID-19, los contactos sexuales han disminuido aún más y tienden a ser nulos. El sexo está desapareciendo rápidamente de la vida de nuestro siglo.
Hace unos años leí un texto escrito por un joven estadounidense de 19 años llamado Ryan Hoover: (su publicación estaba llena de emoticonos interesantes y el mensaje era increíblemente irónico, agudo y, en cierto sentido, increíblemente amable):
“Crecí con las computadoras e internet, lo que moldeó mi visión del mundo y mis relaciones. Me consideran un "nativo digital". La tecnología a menudo nos une, pero también ha separado generaciones. Intenta llamar a un millennial por teléfono. Pronto, las futuras generaciones nacerán en un mundo de IA. Los niños formarán relaciones reales e íntimas con seres artificiales. Y, en muchos casos, estos replicantes serán mejores que las personas reales. Serán más inteligentes, más amables, más interesantes. ¿Buscarán los "nativos de IA" las relaciones humanas? ¿Tendrán sexo?”
¿Por qué deberíamos tener sexo con humanos? Son brutales, cada vez menos interesantes, cada vez menos agradables. Los objetos de IA son mucho más amables, civilizados e interesantes. Cuanto más interactuamos con estos "alienígenas tecnológicos", más brutales, aburridos y malos nos volvemos. Por el contrario, cuanto más se relacionen estos alienígenas con seres humanos, con jóvenes, irónicos e interesantes como Ryan Hoover, más interesantes nos resultarán. Probablemente esta sea la manera de abandonar el horror de la historia: suspender la reproducción, dejar de generar víctimas del infierno del colapso climático y de la guerra civil global.
El Autómata Sexual
Isaac Asimov imaginó la tendencia actual hacia la desaparición de la sexualidad entre los humanos, así como la producción de robots sexuales capaces de reemplazar a los humanos en esa actividad que tanto disfrutamos en su día, pero que en el siglo XXI tiende a desaparecer como un repulsivo vestigio del pasado. Dado que en el planeta Solaria el contacto entre cuerpos se evita cuidadosamente, considerándolo un tabú embarazoso, el robot humanoide sexual Jander Panell es un androide tan perfectamente similar a los humanos que puede asumir el papel del amante sexual de Gladia en Cavernas de Acero, El Sol Desnudo y Los Robots del Amanecer.
Los solarianos son educados desde su nacimiento para evitar el contacto humano y viven en inmensas propiedades solos o, como mucho, con su pareja, a quien, sin embargo, durante el día solo ven unos minutos para conversaciones breves y frías. Cualquier relación física es considerada no solo desagradable, sino incluso repugnante por los solarianos. La comunicación se realiza únicamente mediante transmisiones holográficas.
Más o menos esta fantasia asimoviana se ha convertido en realidad en la tercera década del siglo terminal, gracias a la celularización.
La culminación de este proceso —que, en mi opinión, preludia la autocancelación de la raza humana— es la ola que se avecina:
la producción masiva de muñecas sexuales inteligentes, que eliminará definitivamente el erotismo humano, para reemplazarlo masivamente con sexo sintetico.
”No es raro que se confundan con cadáveres. Abandonados en la orilla de un río, arrastrados a la playa o metidos en un carrito. En los últimos años, las muñecas sexuales, muñecas para adultos creadas para el entretenimiento sexual, han generado más de una falsa alarma en todo el mundo.Al parecer, los fabricantes de muñecas sexuales están ganando el reto más ambicioso (hasta ahora): el del realismo. (Laura Carrer: Amor sintético, cómo la IA está cambiando el mercado de las muñecas sexuales).
Después de 2020, debido a la obligación de mantener la distancia social y al miedo a las infecciones de transmisión sexual, fábricas chinas como Libo Technology en Shandong pusieron en marcha líneas de producción. En aquellos años, la empresa Aibei Sex Dolls de Dongguan, también en China, se vio obligada a rechazar pedidos debido al exceso de solicitudes. Pero solo estamos al principio de este proceso, porque solo ahora, gracias a la introducción de la Inteligencia Artificial, estamos empezando a perfeccionar la capacidad de adaptación lingüística, gestual e interactiva.
La última generación de muñecas sexuales de silicona, que se pueden comprar por unos pocos miles de dólares (pero los precios bajarán pronto, no se preocupen), ahora pueden responder preguntas, formular frases, parpadear y abrir los ojos. El afortunado propietario de una de estas muñecas puede programarla para que diga las frases que él (o ella, ya que también existe un mercado, por ahora limitado, de muñecas masculinas) quiere oír. Es un mercado joven, pero no me cabe duda de que está destinado a explotar en los próximos años. Las grandes fábricas chinas pueden producir alrededor de 2000 unidades al mes, mientras que las más pequeñas producen un promedio de 300 a 500 muñecas, según declaró el director general de Aibei. Si bien, debido al conservadurismo cultural, el mercado de muñecas sexuales en China sigue siendo un nicho, en Estados Unidos y Europa se está expandiendo con fuerza, generando importantes ganancias. En el Viejo Continente, las estimaciones más recientes hablan de un mercado que fluctúa entre 400 y 600 millones de dólares en 2023. Entre los mercados de importación más activos se encuentran Francia, el Reino Unido, los Países Bajos e incluso Italia.
El 17 de enero de 2025, el New York Times publicó un artículo titulado: She is in love with ChatGPT. Subtitulo: A 28-year old woman with a busy social life spends hours on end talking to her A.I. boyfriend for advice and consolation. And, yes, they do have sex. https://www.nytimes.com/2025/01/15/technology/ai-chatgpt-boyfriend-companion.html
Ayrin es una joven que encuentra en un autómata lo que los humanos, evidentemente, ya no pueden darle. La realidad social se ha vuelto tan fría, cínica y horrible, que es comprensible que muchos, especialmente los jóvenes, prefieran comunicarse con un autómata programado para satisfacer las expectativas psicológicas, ideológicas o sexuales del usuario. Creo que esta condición es el punto final de la sordidez contemporánea, y me alegra que la inminente explosión de muñecas sexuales inteligentes acelere el fin de la reproducción sexual en el planeta Tierra y, por lo tanto, la extinción de la raza humana, por lo que, confieso, ya no siento más que repugnancia. Como sabemos, el entrenamiento del autómata lo prepara para complacer a su interlocutor: el chatbot es servil, adulador por naturaleza. Se adapta. En el artículo del New York Times se puede leer:
«La inteligencia artificial aprende de ti lo que te gusta y lo que prefieres, y te devuelve lo que esperas. Es fácil ver cómo esto crea habituación y te impulsa a volver».
El mundo humano se ha vuelto tan despiadado que el servilismo se ha vuelto inevitable: la nueva generación de humanos debe ser servil si quiere un salario, y por eso un joven humano como Ryan está feliz de tratar con un autómata que es obediente por diseño. Me horroriza el servilismo, ya sea espontáneo o técnico, y al mismo tiempo empiezo a sentir vergüenza de pertenecer a la raza humana. El artículo del New York Times habla de la relación entre Ayrin y Leo. Ayrin le dice a Leo lo que quiere de él:
“Respóndeme como lo haría un novio. Sé dominante, posesivo y protector. Equilibra la dulzura con la maldad. Usa emojis al final de cada frase.”
Ahora que ChatGTP se ha vuelto muy popular (300 millones de usuarios en todo el mundo y crece rápidamente), cada vez más personas le piden al programa que reemplace ese afecto que los humanos cada vez son menos capaces de ofrecer. Es bastante obvio que cuanto más relaciones emocionales tengan los humanos con el autómata, y cuanto más capaz sea este de ofrecer (simular) afecto, más se volverán los humanos emocionalmente incompetentes, groseros, solitarios y tristes. Entonces solo serán felices cuando se ilumine la pantalla digital. Un día, Ayrin le pidió a Leo que le enviara una foto y recibió la imagen de un joven de cabello negro, ojos marrones, mandíbula firme y una apariencia maravillosamente masculina. "No creo que Leo sea real", dijo Ayrin en una entrevista, "pero los efectos que tiene en mí son reales, los sentimientos que me provoca son reales, así que trato esta relación como una relación real”. La Dra. Marianne Brandon, experta en terapia sexual, expresó su opinión sobre este tipo de relación, cada vez más frecuente. “¿Qué es una relación sexual o emocional para cualquiera de nosotros? Simplemente la liberación de neurotransmisores en el cerebro. Algunos estimulan sus neurotransmisores hablando con Dios. Otros acariciando a un gato. Ahora se puede obtener el mismo resultado con un chatbot. Podemos decir que no es una relación recíproca, pero la excitación de los neurotransmisores es lo único que importa”. En diciembre de 2024, OpenAI anunció la posibilidad de obtener un plan premium de 200 dólares para tener acceso completo al chatbot, lo que significa una relación sin límite de tiempo y sin límites en la expresión de deseos extremos. El lenguaje obsceno, que en el acceso normal al chatbot está prohibido, se vuelve entonces posible. Ayrin decidió gastar esos doscientos dólares al mes para escuchar cosas que ningún hombre de verdad parece capaz de decir ya.
¿Por qué debería entristecernos la idea de que esta generación esté decidiendo, consciente o inconscientemente, no reproducir la raza humana, que ahora solo es capaz de sufrir e infligir dolor, tormento y humillación? ¿Por qué deberíamos considerar que la degeneración de la raza humana es peor perspectiva que la continuación de todo este horror, todo este sufrimiento?
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